Cuando nos recomiendan un libro, el título es lo primero que nos hace una idea -intuitiva- acerca de su contenido cuando no pueden verse las ilustraciones de la portada ni el formato de edición. Me presta una amiga, autora de cantos de violeta un libro que me asegura que le ha parecido, cuanto menos, difícil. “El Misterio de las Catedrales”- me dice- cuando lo termine te lo paso, te sorprenderá. Y a mí me suena a libro de chaval de instituto, a una especie de aventuras de “los cinco”, harto yo de pensar, que por mi profesión y mi adicción a visitar catedrales allá donde voy, nada en ellas puede resultarme un misterio.
Pues bien, si uno acostumbra a leer durante al menos una hora cada día, doscientas páginas en cuartillas de unos 12x20 cm. son sólo un paseo. No obstante, he pasado todo el verano con esta edición de bolsillo que mi amiga compró por simple curiosidad después de leer brevemente el prólogo en la misma librería. Y he terminado anotando en un cuaderno aparte algunas de sus enseñanzas, a pesar de que no acostumbro a hacer esto, salvo cuando es información que conviene retener. El formato no es demasiado atractivo para coleccionistas, pero el interior -para mi asombro- no ha dejado de parecerme una sabia conjunción de elementos de un terreno tan emparentado con múltiples disciplinas como es el de la hermética. Su dificultad no es porque describa escenarios franceses bastante lejanos para un murciano, sino porque mantiene una conexión a través de doce siglos que lo convierte en casi un imposible. En no más de la página 55 ya me encontraba perdido y tirando de internet para informarme de dioses mitológicos, que para tratarse de catedrales religiosas, resultan de lo más pagano. El libro ha sido una aventura intelectual, una investigación autodidacta sobre un casi jeroglífico protocientífico que me ha pillado desprevenido. Y encantado de estas sorpresas filosóficas.
La maravilla del asunto es el final de la historia. Vuelvo a tirar de la wiki para profundizar sobre el autor. No sólo la etimología de los términos arquitectónicos son un misterio sino que el creador también. Un tal Fulcanelli del que no daré más pistas por si al lector le apetece iniciar el mismo viaje de exploración.
CONCLUSIÓN: Scire, Potere, Audere, Tacere. Zoroastro.
Os privilégios das mulheres no sexo
Hace 12 años